Fresas y Virgina Wolf





En la novela de Anna no hay Whatsapps y es un descanso.
Aunque se entra en ella de la misma forma despreocupada y voraz con la que leemos uno de estos textos digitales, a medida que vamos avanzando llegamos a intensas declaraciones de vidas dirigidas. “No, yo no me fui a ningún sitio, te lo estoy diciendo, leches. Me agarró como un saco de trigo.”. Dice la abuela de la protagonista. “Una mujer que tiene esa tranquilidad en el habla de quien ya se ha desprendido de todos los sentimientos que tenía por gastar y ahora puede contar las cosas desde una nueva pureza. Hablar sin sentir ya nada, eso solo pueden hacerlo los viejos”. Vivencias lejanas las de su abuela, en las que las cosas iban mal pero no se cuestionaban. Verdades que la autora reivindica para que no se olviden en la era de los pulgares que saltan stories. Anna homenajea y ama a muchas mujeres en este texto y esto es grandioso. “Esforzarse siempre. ¿Sabes lo que te digo? Si te esfuerzas, ganas”. Que dice la madre orgullosa y defensiva de la protagonista.

Si eres una chica nacida a finales de los ochenta, principios de los noventa en Barcelona y alrededores, hay muchos momentos de sonrisa culpable durante la lectura. Y ternura. Y la realización que la iniciación, la ingenuidad y la madurez de la protagonista mantienen un admirable equilibrio.  

“Hola.
Sinceramente, la canción me parece una mierda. ¿Desde cuando te gusta este tipo de música? Exageras con todo eso del karting. No hacía falta toda esta parrafada para decir que te has cansado. No me llames Huguito”. Y boom. Los sentimientos tocados y hundidos de un chico, magistralmente resumidos en 38 palabras.

A mi Listas, guapas, limpias también me ha resonado a “Últimas tardes con Teresa”. Pero aquí pijoaparte es una protagonista del siglo XXI que se cuestiona mucho. Es una historia mas inteligente que divertida que, las cosas como son, también lo es. “Me contó que su padre era crítico cultural en un periódico y su madre arquitecta. Me cuadró todo. Era la primera vez que estaba en la cama con una persona de mi edad con padres universitarios. Yo le dije que mi madre trabajaba en una clínica dental y que mi padre era chófer. Era el recurso que utilizaba para no decir "transportista" y "secretaria". Al momento me sentí mal por eso, por haber hecho eso otra vez, pero tampoco me atreví a corregirlo”. Y sentirse mal por estas cosas será una constante en el libro. La inteligencia con la que la protagonista nos describe a su padre, a su madre, a su abuela y hasta a su amiga Yaiza es solo apta para pecadores que se redimen con cartas de amor. La prota de este libro esta en una mega crossroad de la vida y nosotros nos leemos su indecisión con toda comodidad. Bendita lectura. La manera como nos relata su entrada en la universidad, la primera de su familia, me ha recordado a Angely Mercado la chica puertoriqueña, estadounidense, con la que coincidí estudiando el máster de periodismo en Nueva York. Todas con la misma ansiedad al ver la inmensidad del mundo, la inseguridad al compararse con los compañeros, compartiendo el mismo hambre de seguir
aprendiéndolo todo. “Sentí que había sido un día absurdo y ni siquiera sabía si había estado bien o no”.

Y sexo, claro está. Todas (y todos) estaremos contentas de leer como la protagonista describe su masturbación y se pregunta si es normal.

En Listas, guapas, limpias Anna también nos hace un relato bien claro de lo que significa nacer hija de padres emigrantes del sur de España a Catalunya. Perdón, de gente que va de un sitio a otro. Entre los pueblos de Dolor y Gloria, el catalán de El Cor de la Ciutat y “Gente.muy.bohemia”, anda el juego.  

Párrafo aparte para el padre. Un señor del que se explica que “su conducción era suave, absolutamente profesional, nunca había sobresaltos ni giros bruscos. Ciertamente, era un conductor excelente.” Un hombre socialista, como se describe magistralmente en la página 90 de este jugoso debut.

-Ets l’Anna Pacheco, oi? -Le pregunté mientras hacía la compra en el súper del barrio con su novio, la vigilia del día internacional de la mujer de este 2019. A los dos les hizo mucha gracia que la reconociera por los vídeos de Playground. Más a él, de hecho, entusiasta fan de Anna.

Aquel día en el Coviran descubrimos que las dos somos vecinas del barrio del Coll y periodistas. Precarias.
Eso sí, siempre dueñas libres en el reino de las letras. Me emociona pensarnos en nuestra colina barcelonesa, de Joan Sales hasta nosotras, pasando por pijoaparte.

También hay verano en “Bonjour Tristesse” de la Sagan, un verano diverso a los que encontramos en Listas, Guapas, Limpias, aunque con el mismo centello marino y la misma juventud. La esperanza.
La esperanza que el mar siga siendo el mismo desde el camping o la villa y que Anna y yo y tantas otras consigamos volver al periodismo “con nómina”, sin demasiados quebraderos de cabeza. Porque tanto da si has sido una niña de cole “donde los patios son como miradores naturales que dan a la montaña y desde los que se ve toda Barcelona” (como yo) o no. La vida para esta nuestra generación es un peligro constante. Y supongo que aquí vive la gracia.

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