En la novela de Anna no hay Whatsapps y es un descanso.
Aunque se entra en ella de la
misma forma despreocupada y voraz con la que leemos uno de estos textos
digitales, a medida que vamos avanzando llegamos a intensas declaraciones de
vidas dirigidas. “No, yo no me fui a ningún sitio, te lo estoy diciendo,
leches. Me agarró como un saco de trigo.”. Dice la abuela de la protagonista.
“Una mujer que tiene esa tranquilidad en el habla de quien ya se ha desprendido
de todos los sentimientos que tenía por gastar y ahora puede contar las cosas
desde una nueva pureza. Hablar sin sentir ya nada, eso solo pueden hacerlo los
viejos”. Vivencias lejanas las de su abuela, en las que las cosas iban mal pero
no se cuestionaban. Verdades que la autora reivindica para que no se olviden en
la era de los pulgares que saltan stories.
Anna homenajea y ama a muchas mujeres en este texto y esto es grandioso. “Esforzarse
siempre. ¿Sabes lo que te digo? Si te esfuerzas, ganas”. Que dice la madre
orgullosa y defensiva de la protagonista.
Si eres una chica nacida a
finales de los ochenta, principios de los noventa en Barcelona y alrededores, hay
muchos momentos de sonrisa culpable durante la lectura. Y ternura. Y la
realización que la iniciación, la ingenuidad y la madurez de la protagonista mantienen
un admirable equilibrio.
“Hola.
Sinceramente, la canción me
parece una mierda. ¿Desde cuando te gusta este tipo de música? Exageras con
todo eso del karting. No hacía falta toda esta parrafada para decir que te has
cansado. No me llames Huguito”. Y boom.
Los sentimientos tocados y hundidos de un chico, magistralmente resumidos en 38
palabras.
A mi Listas, guapas, limpias también me ha resonado a “Últimas tardes
con Teresa”. Pero aquí pijoaparte es
una protagonista del siglo XXI que se cuestiona mucho. Es una historia mas
inteligente que divertida que, las cosas como son, también lo es. “Me contó que
su padre era crítico cultural en un periódico y su madre arquitecta. Me cuadró
todo. Era la primera vez que estaba en la cama con una persona de mi edad con
padres universitarios. Yo le dije que mi madre trabajaba en una clínica dental
y que mi padre era chófer. Era el recurso que utilizaba para no decir "transportista" y "secretaria". Al momento me sentí mal por
eso, por haber hecho eso otra vez, pero tampoco me atreví a corregirlo”. Y
sentirse mal por estas cosas será una constante en el libro. La inteligencia
con la que la protagonista nos describe a su padre, a su madre, a su abuela y
hasta a su amiga Yaiza es solo apta para pecadores que se redimen con cartas de
amor. La prota de este libro esta en una mega crossroad de la vida y nosotros nos leemos su indecisión con toda
comodidad. Bendita lectura. La manera como nos relata su entrada en la
universidad, la primera de su familia, me ha recordado a Angely Mercado la chica
puertoriqueña, estadounidense, con la que coincidí estudiando el máster de
periodismo en Nueva York. Todas con la misma ansiedad al ver la inmensidad del
mundo, la inseguridad al compararse con los compañeros, compartiendo el mismo
hambre de seguir
aprendiéndolo todo. “Sentí que
había sido un día absurdo y ni siquiera sabía si había estado bien o no”.
Y sexo, claro está. Todas (y
todos) estaremos contentas de leer como la protagonista describe su
masturbación y se pregunta si es normal.
En Listas, guapas, limpias Anna también nos hace un relato bien claro
de lo que significa nacer hija de padres emigrantes del sur de España a
Catalunya. Perdón, de gente que va de un sitio a otro. Entre los pueblos de Dolor y Gloria, el catalán de El Cor de la Ciutat y “Gente.muy.bohemia”,
anda el juego.
Párrafo aparte para el padre. Un
señor del que se explica que “su conducción era suave, absolutamente
profesional, nunca había sobresaltos ni giros bruscos. Ciertamente, era un
conductor excelente.” Un hombre socialista, como se describe magistralmente en
la página 90 de este jugoso debut.
-Ets l’Anna Pacheco, oi? -Le pregunté mientras hacía la compra en el
súper del barrio con su novio, la vigilia del día internacional de la mujer de
este 2019. A los dos les hizo mucha gracia que la reconociera por los vídeos de
Playground. Más a él, de hecho,
entusiasta fan de Anna.
Aquel día en el Coviran
descubrimos que las dos somos vecinas del barrio del Coll y periodistas.
Precarias.
Eso sí, siempre dueñas libres en
el reino de las letras. Me emociona pensarnos en nuestra colina barcelonesa, de
Joan Sales hasta nosotras, pasando por pijoaparte.
También hay verano en “Bonjour
Tristesse” de la Sagan, un verano diverso a los que encontramos en Listas, Guapas, Limpias, aunque con el
mismo centello marino y la misma juventud. La esperanza.
La esperanza que el mar siga
siendo el mismo desde el camping o la villa y que Anna y yo y tantas otras consigamos
volver al periodismo “con nómina”, sin demasiados quebraderos de
cabeza. Porque tanto da si has sido una niña de cole “donde los patios son como
miradores naturales que dan a la montaña y desde los que se ve toda Barcelona” (como
yo) o no. La vida para esta nuestra generación es un peligro constante. Y
supongo que aquí vive la gracia.
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